domingo, 25 de octubre de 2020

Cigarrillo en la calle

                                                                 Imagen: EFE


Hace días llamé la atención a un madrileño que arrojaba al suelo colilla cigarra. Era en la terraza de RIVOLI, que, sin terco orbayu, es confortable espacio, ganado al antiguo jardín de Tartiere. En Singapur le sancionarían sin más.

Rodrigo Grossi, que seguramente fue mejor concejal de Oviedo que Alcalde de Llanes o Subjefe Provincial del retrógrado Movimiento, estaba muy empeñado en que perros y humanos no ensuciaran. Me sirvió de silente aliado para calidad cívica en la oposición democrática a mi alcaldía. No fue el único pues Rogelio Fuego, Pedro Amandi, Jesús Zarracina, García Arias, Mori, Bango, Landeta, Llano, Ovidio Sánchez, Eduardo González, Ignacio…, Tere Corominas, incluso en Pumarín, Polanco, me ofrecieron inestimables colaboraciones a diverso nivel en un gobierno de la ciudad que les necesitaba.

Bien recuerdo el encomiable esfuerzo de Ignacio, Tito, Sánchez de Posada por reducir excrementos caninos, y a Alberto Hinojal por las pilas inservibles, en tiempos en que se daba escaso valor al mediambientalismo. Tito, cardiólogo vocacional, es el gran impulsor de la mal llamada, aunque mantiene popular nombre exitoso, PISTA FINLANDESA.

El BANDO pionero por la pureza del aire mereció fuerte y extraña contrariedad sindical.

Al estar muy viajado me tocó constatar la lucha primigenia al tabaquismo en algunos estados americanos y las restricciones de aerolíneas. En la alcaldía NYC de Rudolf Giuliani se llegó a valorar la prohibición en las calles de Manhattan, donde los empleados salían de los rascacielos para unas caladas adictivas. En el neoyorkino LA GUARDIA pude ver cómo llamaban al orden a un compañero abogado que, fumando en lugar autorizado, su humo traspasaba línea convencional. En la City londinense fui testigo, frente a la estatua del gran fumador Churchill, que saca Pepe Monteserín en CON MUCHO BUSTO, por indebidas humaredas. También estuve en el inicio de las prohibiciones italianas coincidiendo con la celebración de las “noches blancas romanas”.

El humo, cancerígeno, transmisor viral, … ¡sucio!.

Mi mujer y yo pensábamos que cuando la norma llegase a España habría incumplimientos por doquier en lo que erramos afortunadamente. Nuestro pueblo ha adquirido serena madurez tal constatamos en Asturias con el Covid, ante el que, Barbón dixit, no hay que bajar la guardia, por más que sea expresión nacida en mi denostado, antipedagógico, antihigiénico y antideportivo, boxeo. Rubén Suárez, que tristemente acaba de fallecer, me dijo en noche de tardofranquismo, en las dependencias de cierre de este periódico, contra pronóstico entonces generalizado:” El cambio democrático será sin trauma”.

Paco Ignacio Taibo II narra en delicioso libro (“La Libertad, La Bicicleta”) cómo su padre recogía puntas de tabaco que refumaba su abuelo en prisión.

Libremos las calles de colillas, como ya se hace por convicción de escupitajos y, casi, aunque no del todo, de restos animalarios.

El buen recibimiento a madrileños incluye exigencias del Paraíso Natural y la Señora Pandemia.