viernes, 27 de marzo de 2015

Lavadora voladora



sábado, 7 de marzo de 2015

Lavadora voladora

Insólito hecho en la calle Santa Susana


Lavadora voladora
Fui testigo de un fugaz hecho insólito, divertidísimo: una lavadora bajaba, con el tembleque de su pleno funcionamiento, por los aires de la calle Santa Susana, en la cinta transportadora de una escalera-grúa. Volaba por encima de la circulación, que nadie había detenido, y de la hilera de árboles aligustres que esperan anclados en cemento su primavera para las proximidades a San Juan. La encantadora Joan Báez, pronto de nuevo en Gijón, parafraseaba en su viaje anterior a Asturias con las mágicas escaleras que ascendían a las estrellas.
Mi regocijada sorpresa no se pararía ahí.Tras alcanzar la plataforma de un camión de mudanzas, aparcado a la altura del número 6, llegó corriendo una mujer de unos cincuenta, desmelenada, sin abrigo ni impermeable pese a la terca llovizna, que gritaba muy excitada palabras incomprensibles. Ella misma se subió al carguero, detuvo de un firme movimiento de muñeca diestra el inquietante traqueteo de las revoluciones higienizadoras, para abrir luego la tapa del electrodoméstico por antonomasia, extrayendo un montón de ropa blanca, que parecían sábanas mojadas. Después, abrazada a los húmedos ajuares, pasó la calle en sentido contrario y desapareció en el portal número 15.
Contemplé tan plástica escena desde la puerta de la clínica donde hago cotidiana gimnasia rehabilitadora. La lavadora voladora había salido de la ventana del piso cuarto del edificio de enfrente, de retirados visillos acordes con la fachada azul y blanca, encima de una acogedora cafetería, El Recuelo.
Si "recuelo", palabra que de hermosa se sale del diccionario, significa "café hecho con los posos que quedan después de un primer cocimiento", podría aplicarse también a la retenida nostalgia que el propio tramo de la calle guarda de antiguas fábricas de cerveza, de chocolates y de fósforos, desaparecidas lo mismo que, a la otra mano, la Imprenta Grossi, las capillas de la Santa y Del Buen Suceso, la pretérita industria de armas, el circo-teatro y el chalet, palaceteu hotel de Herrero, que contó directamente con los trazos maestros modernistas de Fernández-Peña e,indirectamente, de Juan Miguel de Laguardia.
Chus, compañero por sufridor como yo de las secuelas patachuleadas de un esquinado ictus, consideró que probablemente la lavadora no funcionara sola a medio de una pila, según creímos inicialmente, sino "por batería".
El chófer de la firma de ignacianas mudanzas quedó mudo o, al menos, impasible, No me atreví a preguntarle en su ensimismamiento sobre su inmediatamente anterior celo estajanovista de llevarse la lavadora por los aires en palpitante marcha centrifugadora.
El día no invitaba a subir, ni bajar a los cielos, pero al fondo lateral sur, el misterioso edificio neomudéjar de Pérez Jiménez, en la cuesta escalonada al Seminario y al Prau Picón, ponía maravilloso lila tal un decadente asteroide de "El Principito" o estrella, grande, dominante, de contenidas puntas irregulares, bien incrustada a media ladera. Este monumento arquitectónico, tan personal,"ostensible en la fisonomía urbana", Tolivar Faes dixit, que habría hecho las delicias de Alfred Hitchcock,influye de alguna manera en los apañados azules oscuros del conjunto 15 de Sta.Susana,adosados a la magnífica opción cromática pastel del 13, debida esta al arquitecto Javier Fombella, y al soberbio color del edificio de la plazuela de San Miguel,retranqueado a Sacramento, en el que algo tuvo que ver Víctor Argudín,técnico de proverbial gusto;la lavadora voladora hubiera prestado a Berlanga/Azcona;y la señora parlanchina, impagable para Federico Fellini. El chófer imperturbable está en el último fotograma de "Misterioso asesinato en Manhattan", de Woody,o en cualquiera de Billy Wilder,Welles o Sofía Coppola.
En definitiva,lo que se suele decir,"nada nuevo bajo el sol",que, traducido a Carbayonia,del léxico toponímico,entre otros varios,de Manolo Avello, sería "nada nuevo bajo el orbayu",que en su versión ovetense impresionaba a Francisco García Pavón, o, mejor,en lenguaje popular aún más local si cabe,bajo la "burrina"(del Naranco).
En definitiva,no insólita, como errando señalé arriba,pero siempre divertida visión del color de la ciudad,el paisaje y el paisanaje.

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