domingo, 29 de abril de 2012

Javier González Vega

En Brubru carezco de la mínima, como se decía en lo que hoy sería arcaísmo, «vida social». Mi jornada laboral suele comenzar con la primera edición del telediario español y termina con la tercera de las nueve. Entre mis dificultades de deambulación y la libre desgana a todo lo que no sea escribir, apenas salgo por la ciudad de noche. Salí alguna vez, cuando todavía Solana era un conspicuo bruselense, al que se sigue, por cierto, recordando, dada además la escasa entidad de sus sucesores.


Muy excepcionalmente frecuento un restaurante de horario hispano, en el Sablón, al que conduzco a asturianos de paso por la UE. En una sobria mesita, sin mantel, un letrerito conmemora la presencia de Bill Clinton. Manolo del Arco publicaba ha mucho, en «La Vanguardia», una entrevista diaria con una caricatura. Evitaba repetir al personaje invitado, pero alguna vez, caso Salvador Dalí, hubo dos sabrosos encuentros. A mí, en el Sablón, me sucede, salvando distancias y niveles, algo parecido. Así repitió a mi mesa, digo a la de Clinton, el concejal Rivi, del que, abismales diferencias políticas aparte, los ovetenses debemos reconocer su denodada y exitosa lucha en favor del Campo San Francisco. Hasta el mismo entrañable sitio he traído también por dos veces a Ángel Álvarez Alberdi y a Javier González Vega, dos juristas de primera, salidos del excepcional departamento de Paz de Andrés.


González Vega, catedrático, termina en unas semanas su comisión de servicios en la Embajada de España ante la UE, como delegado de educación. Vino enviado por un tipo que se rebeló de inusual calidad, el ministro y rector Ángel Gabilondo. Javier habla maravillas de quien ha sido su jefe. Estuvo encargado de preparar la Presidencia semestral española hace un par de años y, aun después, de la troika que se desarrolló por primera vez. González Vega queda muy contento de la experiencia, y tengo para mí que el contento con su trabajo también es generalizado. Al despedirnos, Alberdi y González Vega me dan un consejo editorial que espero resulte muy útil sobre un librín («Europeos pero incorrectos») que Pablo Sánchez La Chica, mi íntimo colaborador, y yo, al alimón, acabamos de terminar y espero esté pronto en librerías.

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