sábado, 21 de abril de 2012

Bicicleta eléctrica

El coche eléctrico que tanto proclamó el Ministro Sebastián, durante el semestre
español de la UE, se retrasa, probablemente más de lo debido. Bien recuerdo a
Mones, padre e hijo, admirables emprendedores, a Germán Álvarez, a Jesús
Fernández García, a Víctor Marroquí, a José María Pérez -hoy diputado electo, al que
ya entonces auguré mucho juego- y al grupo Temper, que me llevaron a una jornada
europeísta de la Feria de Muestras de Gijón cuando se empezaban a promocionar las
estaciones de recarga.

Manuel Vicent, maestro de columnistas, puede que relativamente superior al Julio
Camba de antaño, ensalza la mezcla de bicicleta eléctrica y libertad: "la felicidad es
un concepto abstracto, que se convierte en una sensación muy concreta con solo ir en
bicicleta camino del mar. Aprender a montar en bicicleta es el primer desafío de
cualquier niño, la primera lección que aprende ante la futura adversidad, si no
pedaleas, te caes, una enseñanza, que te concede la primera libertad".

En Oviedo inauguramos la Ronda Sur, con una gran manifestación ciclista
dominical, por donde premonitoriamente se sabía apenas circularían luego.

Recuerdo cómo ya hace años en Tallinn, capital de Estonia, los guías te daban una
vuelta panorámica en un carro que era una bicicleta, auxiliada por energía eléctrica en
las cuestas de la magnífica ciudad, vieja y peatonal.

En la inolvidable tarde estival en que me sostuve por vez primera sobre dos ruedas,
alguien me dijo que lo había aprendido para toda la vida. Pasando los años, no ha sido
en absoluto así; algo me sigue llamando, en efecto, dentro del cerebro a ese equilibrio
ancestral, acervo de la bipedestación evolucionada, pero mi pierna izquierda ahora no
es capaz a dar el giro completo al genial artilugio de biela, catalina, cadena y piñón.
Antes era capaz de circular apurando uno solo de los pedales, que arrastraba al otro
sin riesgo de caída. Desde el segundo de mis ictus, por más que lo intenté, no lo
consigo ni tan siquiera en ortopédicas bicicletas estáticas.

A cambio, en el Parlamento, me han cedido una magnífica moto eléctrica, con la que
me desplazo por los largos pasillos de Bruselas y Estrasburgo y con la que subo
incluso en los ascensores de unos edificios perfectamente diseñados sin obstáculos
para gentes como yo.

Es un vehículo práctico y maravilloso pero que no es capaz de devolverme
neutralizada la nostalgia de la bici ni esa sensación de libertad a la que alude Manolo
Vicent; tampoco la falta del coche eléctrico urbano que tanto se espera. Delanoé,
Alcalde de París, lleva demasiado tiempo dando ejemplo en solitario con un vehículo
que no termina de comercializarse. En Oviedo cinco o seis taxistas, no obstante,
funcionan con los llamados "híbridos" que parecen dan resultados aceptables.

Mucho se sigue esperando del coche eléctrico... ¡para más adelante!

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