viernes, 31 de agosto de 2018

MICHEL CAMILO EN NAVIA


MICHEL CAMILO EN EL CIELO DE NAVIA
Termina el verano. El acontecimiento musical más destacado, a no dudar, fue el concierto de Michel Camilo en la Iglesia de Navia. Era la cita anual del acreditado festival “Horacio Icasto”. Mi hijo, desde la distancia madrileña, no acertaba a comprender cómo habíamos contado en el occidente astur con artista de esa calidad creativa e interpretadora.
Y a fe mía que fue un acontecimiento fabuloso, promovido, una vez más, por Juan Coloma. No en vano, la serie de iniciativas, culturales y deportivas, que convergen en Navia es firme candidata al Pueblo Ejemplar de Asturias en su edición de 2018.
Camilo eligió repertorio jazzístico que emocionó a los privilegiados que le acompañamos. Antes había sido ya un espectáculo la búsqueda del lugar exacto para la exquisita audición del piano que sonó mejor si cabe que el año pasado con el admirable maestro Joaquín Achúcarro.
No ha mucho llevé a mis nietos a ver la parte parisina de un cuadro de Delacroix, la otra en Dinamarca, que la intransigencia de la época había separado las figuras de Chopin y George Sand, la Jorge Sandio en La Regenta. Tengo por ambos legendarios iconos, el sublime compositor polaco y la escritora feminista que conoció Asturias de muy niña, devoción extraordinaria. De Michel había oído las nocturnidades chopinianas, que demuestran cómo un fenómeno de su nivel lo es para el jazz, para el clasicismo y para la improvisación propia. Gilbert Bécaud no se cansa de repetirlo, Coloma y Luis Álvarez , en sus glosas naviegas del pianista dominicano, tampoco.
Lo  señalo conscientemente como máximo acontecimiento del verano 2018 pues el gran estreno próximo de la versión musical de Fuenteovejuna es, en efecto, a otra dimensión, de esperada grandísima repercusión, iniciadora otoñal, sea cual sea su estricto calendario, de la heroica temporada ovetense de Ópera, que, en vuelta de tuerca de excelencia, incluye audaz estreno.
Es dolorosa lástima, por otra parte, que el Festival de Ribadeo, del que era alma en sus ediciones anteriores otro pianista, Leopoldo Erice, no haya tenido continuidad este año.



jueves, 30 de agosto de 2018

ISLANDIA


ISLANDIA

“Islandia de la gran memoria cóncava//que no es una nostalgia”. BORGES, J.L.
Muchos autores incorporan a su vida consciente la trayectoria experimental de sus inmediatos antepasados; Francisco Ayala, clarividente centenario, lo filosofaba también con las experiencias de los descendientes. Si así fuera, y creo que lo es, debería incorporar a mi acervo la maravillosa visita que, con motivo de una comunicación congresual universitaria, ha hecho recién mi hijo a Islandia así como su encuentro madrileño con Barack Obama. Me prolongo también en el poemario de mi hija a punto, breviario Goethe, de salir a la estampa.
Tenía bien descartado por mi parte viajar antes del fin de mis días a la “isla de hielo” sobre la que tanto peroró Borges, con dioses ancestrales, poemas guerreros y los mágicos juegos de su filología, como sucedía providencialmente también a don Álvaro Cunqueiro, bebedor del tiempo lírico de la mitificada Bretaña, que no la había pateado pese a la relativa proximidad mindoniense. Los apasionantes detalles del periplo filial han resucitado en mis adentros paisaje y paisanaje unidos en gasas de brumas, no solo borgeanas, o volcánicas, o del supuesto precoz descubrimiento precolombino del navegante vikingo Leif Erikson, sino por la fuerza indómita de una tierra enigmática, entre acentos de estanques termales, ríos calientes de orillas nevadas, placas geológicas contrapuestas cuya falla prueba el crecimiento terráqueo continental, glaciares derretidos en lagos, soles de medianoche, lavas y basaltos hexagonales, vientos secadores de la terca llovizna y versificación de métrica en otra dimensión cósmica. Julio Verne escogió, sin conocerlas, prodigiosas cavidades para novelar el fantástico viaje al centro del globo fabulando criptograma de un ficticio alquimista. Bobby Fischer, genial ajedrecista, tiene allí tumba, a la que quiere peregrinar mi amigo J.L. Fanjul, seguidor apasionado de sus históricas partidas.
En Bruselas, donde estuve una decena de años, me sorprendió un dirigente islandés, defensor de la adopción del euro monetario pero jamás la concepción unitaria de la U.E..
Hay quien sostiene que Groenlandia e Islandia, de común pasado colonial danés, equivocaron sus nombres. La verde sería Islandia y la helada Groenlandia y no al revés como la literalidad inglesa de sus topónimos, ICELAND y GREENLAND.
Orlando Pelayo, cuyo homenaje por Lluis Xabel Álvarez y Luis Feas me alegra, decía que no había encontrado el verde asturiano en ningún otro país europeo, si bien desconocía Irlanda y olvidaba la vocación continental islandesa. El gran pintor gijonés nunca vio Reikiavik ni el resto  cóncavo secreto; yo tampoco pero me conformo para siempre con hacer mía la teoría asimilativa de Paco Ayala.
Por cierto, el expresidente Obama, al que antes aludí y me hubiera prestado conocer por mí mismo y no solo de forma interpuesta, es apasionado de la épica trasatlántica del navegante Erikson, cuya leyenda resiste mejor que las supuestas aportaciones científicas de la afamada Kon Tiki, puesta hoy en solfa.

jueves, 16 de agosto de 2018

INDALECIO PRIETO//OCTAVIO CABEZAS

DON INDA EN OCTAVIO CABEZAS/2

Hace años un retraso, incluido inolvidable tormenta y rayos, de avión, de los que entonces tomaba con frecuencia, me impidió llegar a la presentación de la biografía de Indalecio Prieto Tuero de otro ovetense, transterrado como él, Octavio Cabezas Moro.
Octavio nació en la calle Martínez Marina, esquina con Rosal, muy cerquita del último domicilio en la ciudad de don Inda, aún niño, y también del primero, aunque sus hagiógrafos lo omiten, de Francisco Franco Bahamonde.
Cabezas Moro es hijo de Juan Antonio, gran escritor, erudito cervantista, al que tuve la dicha de tratar ampliamente. Mi amigo Octavio, sin nada que ver con el personaje de Palacio Valdés, otro escritor que inmortalizó Oviedo como Lancia en “El Maestrante”, ni con el emperador romano, del que sus padres habrán tomado el nombre más o menos conscientemente, ha publicado “Indalecio Prieto en la guerra civil“, importantísima obra que centra la capacidad del biografiado con un talento militar rayano en la genialidad, superando los estrechos límites de un Ejército republicano, tan circunstancialmente limitado para tan sobresaliente Ministro de Defensa, o de Guerra. Conocedor previo de ese talento castrense, insólito entre los líderes republicanos moderados, no me ha extrañado el patrocinio de la edición por los salientes Ministerio y ministra, Señora de Cospedal, pues Prieto y Cabezas brillan a gran altura por encima de estrechos sectarismos partidarios que precisamente hicieron capotar la profunda labor prietista, y de la República misma, al frente de un Ejército en derrota.
Si ese aspecto de estadista militarista es fundamental aportación en el ovetense de la calle de la Magdalena, hay otros dos que mucho me interesan y trascienden la obra de Cabezas, pero ayudan a mejor comprender: la sincera autocrítica por la llamada Revolución, Rebelión traductor de Albert Camus dixit, del 34 y su paso al frente en el origen de las instituciones europeas, que se afana en estudiar Javier Ballina, otro ovetense de talento, hogaño profesor de nuestra Universidad. Y es que ese conjunto de personalidad polifacética hace de Prieto uno de los españoles más preclaros del pasado siglo.
Gracias, Octavio Cabezas, gracias Fundación INDALECIO PRIETO, que preside un asturiano singular, Alonso Puerta

martes, 14 de agosto de 2018

TRABAJAR EN PIJAMA



El día que conocí a Rafael Fernández, luego tan conciliador Presidente de Asturias, nos llevó a Eloina y a mí a un restaurante céntrico  de la ciudad de México en el que ordenaba contabilidades. Después, ya en su casa, tras un largo recorrido urbano, nos sorprendió pasando a vestir pijama, piyama decía, sin abandonar su pipa, varias veces re encendida,  mientras despachaba copiosa documentación y nos atendía con delicada amabilidad. Sería Abril de 1973.
En la primera edición de sus impactantes memorias, Katherine Graham, tan genialmente actualizada por la Merryl Streep del penúltimo Spielberg,, cuenta cómo conversó en la Casa Blanca con Lyndon B. Johnson, que pasó, a media abracadabrante entrevista, a lucir pijama.

Ahora leo en un cotidiano catalán que una empresa sostiene que los empleados en pijama son más eficaces. 
Es titular llamativo que se refiere al trabajo digital doméstico pero trae a mi magín, metáforas aparte, la imagen en esa guisa del gran Rafael.
Las cifras provisionales que da el ensayo de CTRIP, la mayor agencia china de viajes, son harto significativas: “Envió unos meses a decenas de empleados a teletrabajar desde casa durante al menos cuatro días de los cinco laborales por semana. "La productividad de esos “trabajadores en pijama” aumentó 20%, el absentismo se redujo y los trabajadores manifestaron estar mucho más contentos con las condiciones laborales, ya que, dadas las largas distancias a recorrer en Pekín (a veces de dos horas) se ahorraban estrés, dinero y tiempo en el transporte".
                 


En aquellos años, ni Rafael ni nadie podía soñar con el teletrabajo, propio o ajeno, pero ya usaba premonitorio pijama para aprovechar la tarde en una ciudad inmensa.


viernes, 3 de agosto de 2018


MÁS MADERA

“El árbol es una riqueza. Cultívelo y protéjalo
 Inscripción en casa antigua del Valledor, recogida por Jesús Arango en “Asturias. Sendas y Escritos”.

Entre los aforismos memorables del gran Groucho Marx el grito “¡Más madera!”. Animaba a Harpo y Chico para depredar el tren que corría hacia el Oeste.
En tiempos abogaciles acompañé, en una isla del Sena, la visita de dos empresarios a otro muy famoso. El contrato pretendido no resultó pero retuve recodo conversacional. El mediático magnate francés me conmovió: había sentido curiosidad hacia nuestros bosques que sobrevoló en avioneta reconociendo mucho árbol y también mucho, demasiado, suelo improductivo, que, a su juicio, aceptaría plantaciones, repoblaciones y   rendimientos a  largo plazo. Aquel hombre, con acreditada experiencia, rodeado de valiosas estatuas de pequeño formato, no comprendía cómo Asturias carecía de producción maderera más importante ni otras que diesen valor transformador. Mi suegro y mi cuñado tenían una pequeña empresa maderera en Cibuyo/Llano/Cangas del Narcea, y les había escuchado cosas parecidas.
Pasando los años, una eurodiputada francesa, próxima al hoy comisario Moscovici, al cesar en el Parlamento Europeo, me ofreció sustituirla en la presidencia de una asociación europea, sin ánimo de lucro, a favor de la madera en Europa. Mi grupo político lo desaconsejó, dadas mis múltiples actividades, y nunca más supe de aquella interprofesional comunitaria.
En la hora presente, mientras un nuevo empresariado está haciendo proezas adaptativas al diverso mercado internacional, sigo expectante las posibilidades madereras.
En realidad Groucho no pronunciaba su legendaria “más madera” sino “¡Traed madera!” y la payasa secuencia fue utilizada por Greenpeace contra la tala indiscriminada.

El libro electrónico de Arango es de “la cruz a la raya”, como calificaba, en sus  intervenciones forenses, Pepe Rodríguez, hermano del gran CASONA, una reflexión asturianista de auténtica excelencia.