Unos amigos, cuyo entusiasmo marbellí nunca estuvo a la
altura de sus calidades humanizadas y sapientes, me hicieron visitar la tranquilidad silente de su jardín.
Sobre el silencio, que nomina playa onírica en Cudillero, Gavieiru en pixueto, se
divaga mucho, pero nada a la altura erudita del ingreso en la RAE de Juan
Mayorga, al que vino pintiparado el anterior titular del sillón M, nuestro
Carlos Bousoño. Heredero de Vicente Aleixandre (¡oh, el estudio del notario
Sáenz de Santamaría sobre la justa titularidad aleixandrina de los Bousoño!) y
nadador fondista, Carlos transitó poéticas soledades. En Blas de Otero, Celaya,
Gil de Biedma y Ángel González, a los que tuve el honor de tratar, el silencio
se une a redoble opresor.
En el repaso
académico de Juan Mayorga no falta el enigmático final abierto de Hamlet, the rest
is silence.
Desde que lo
leí en el dramaturgo inglés, más que sentir en butaca, ha mucho ya, me intrigó
tanto o más que, ahora, a Mayorga y ocasión tuve de rumiarlo con doña Emilia y
don Salvador de Madariaga en su casa de Oxford//St Andrews. Olvidé, sin duda
por mi errática formación, las explicaciones del polígrafo y la políglota, mis
venerados anfitriones, adaptadores de una versión estrenada de la más famosa
obra de Shakespeare. Pasando los años, me topo, en el avilesino Niemeyer y en los madriles,
con el valor teatral que Juan Mayorga otorga al Silencio y a ese preciso
silencio.
Mi hija
Aida, flamante autora de SOMOS LUZ, escribió “Del silencio nace la música”, citando a Aracil, presentador de la
fabulosa velada de un concierto naviego, Festival HORACIO ICASTO, cuya bendita periodicidad
sigue el próximo viernes 9 de Agosto. Algo parecido dijo Gerardo Diego, al que también me cupo la dicha de
conocer, aunque no de oír esas reflexiones.
Si mi disperso
magín no logra reproducir la auténtica interpretación de Madariaga, sí me
descentra sobremanera la traducción enloquecida que hizo por dos veces Miguel
de Unamuno: “El reposo es silencio”.
Está destacado por Paco Ayala, en sus Completas al cuidado de Carolyn Richmond.
Ayala perplejea
ante el heterodoxo reposo unamuniano
de Hamlet, “obcecación de don Miguel, y hoy una curiosidad literaria”.
Superando SHAKESPEARE,
Unamuno, los Madariaga, los Poetas del
50 y Aida, me conmueven Mayorga y Bousoño.
No me
intriga ya, en residuo pedante, “the rest is silence” sino que el silencio se me superpone por encima del final legendario
del Príncipe danés; para romperlo optaré por las maravillosas notas de Richard
Galiano el próximo viernes en la entrañable Navia, abierta mágicamente.
Mis amigos evacuaron,
silencios íntimos aparte, el degradado espacio marbellí, como no podía ser
menos.
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CINCO FRAGMENTOS PARA ANTONI TAPIES
José Ángel Valente
II
Ut pictura
Mucha poesía ha sentid la tentación del silencio. Porque el poema tiende por naturaleza al silencio. O lo contiene como materia natural. Poética: arte de la composición del silencio. Un poema no existe si no se oye antes que su palabra, su silencio
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