EDUARDO ARROYO Y
MANOLO CALVO EN LA MEMORIA ASTUR
Acaban de fallecer dos figuras de la vanguardia pictórica,
Arroyo y Calvo.
De Manolo recuerdo su visita a mi despacho de abogado,
recomendado por Toto Castañón,
titular de la inolvidable Tassili, en Uría, 5, donde colgaba una exposición.
Era el tardofranquismo y Manolo sufría un extraño incidente por haber
fotografiado la fachada de la cárcel, donde creo que su padre habría sido
director en los años treinta, razón por la que, debido a ese traslado funcionarial
familiar, le nacieron, a la manera expresiva clariniana, en Oviedo, incluso,
creo, su progenitor fue asesinado ahí mismo. En alguna información de prensa y
en su biógrafo Ramón Mayrata (“Hércules Astur”) he leído que pude haberme parcialmente
confundido en mi blog pues su padre no había sido director de la Modelo sino
del, también llamado Modelo, Matadero. Debe ser, solo recuerdo que el trámite
encargado sobre aquella fantasmal foto, inimaginable hogaño, salió bien y que,
en su bonhomía, ante mi negativa a girar honorarios, se brindó a pintar todas
las dependencias del bufete, a lo que también me opuse. Luego volví a verle en
varios actos madrileños en los que tuve alguna participación: nulidad del
juicio militar de Julián Grimau, desahucio de los escritores Lauro Olmo y Pilar
Enciso, fundación de AMIGOS DEL SAHARA… También vino a visitarnos a Salinas a
Eloina y a mí con el regalo de una xerigrafía, acreditativa de cómo le influía Rubens.
Arroyo es más famoso. Dado mi personal entusiasmo, mis
nietos consiguieron el catálogo de su última exposición, EL REGRESO DE LAS
CRUZADAS (Le retour des croisades) que coloqué junto al de su
Obra Gráfica, introducido por ¡Carmen Alborch, directora gerente del IVAM!
De Eduardo, desde Asturias, además de la repercusión en
algunas fases del trabajo de su tocayo URCULO, la Administración debería
afanarse en recuperar para la región sus fabulosos cuadros sobre los registros
policiales en Langreo de 1962 (El minero Silvino Zapico es arrestado por la policía) y
las no menos impresionantes imágenes de las mujeres a las que, con activa comprensión de Fraga Iribarne, se les
raparía la cabeza a la manera represiva de la resistencia francesa en los
amenes de la guerra mundial (Constantina, Tina,
mujer del minero Pérez Martínez). Eduardo, residente en París, conocía bien
aquellas acciones posbélicas de signo político tan diferente, pero quiso
inmortalizar a una luchadora de la cuenca minera asturiana, uniendo arte,
solidaridad, aberraciones, antifascismo, dignidad e historia. Denunciaba el
caso previamente una histórica carta de intelectuales que encabezaron Vicente
Aleixandre y Pepe Bergamín. De las brutales detenciones de esos años, el Museo Reina
Sofía conserva también una xilografía de Manolo.
S.T.T.L. para ambos,
Eduardo Arroyo y Manuel Calvo
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