EL BREXIT ABISAL TAJARÁ VIDAS Y CALIDADES
“Siempre al borde del abismo//¡y qué cerca
roca a roca!//un paso-la distancia es inmensa-//y todo se hundiría://anegarse
sin fin en la caída.” Alarcos, Emilio, 1944
Los ictus, las norteñas eurofilias,
los años hacen amasijo para alumbrar tolerancia recortando, o mejor gavillando,
distancias, del verso ernestino-champurcino o de su marital Domenchina, no
menos periclitados en la atrayente oquedad del plateado Parnaso hispano.
El brexit se aproxima inexorable para la primera parte del
año próximo. ¡Cómo se ha llegado a esta locura de falta de entendimiento en la
parte más razonable y serena de nuestra civilización! Tierno Galván, socarrón,
pese a su apariencia buscada afanosamente de apacible “viejo profesor”, reía
denominando a Juan Barranco, su lugarteniente municipal, como Juanito
Precipicio. El precipicio está ahora
en verdad ahí, sin gracietas, en la
profundización de la brecha no ya solo del Canal de la Mancha y nuestra finitud
suicida sino de la abrupta vuelta catastrófica a la frontera entre las dos
Irlandas, con su parangón en el resto, sarpullido o soriasis, de la piel
paneuropea. Un humorístico comentarista inglés, con motivo de la inauguración,
ya el siglo pasado, del túnel de la Mancha había felicitado a los franceses por
haberse unido al Continente, es decir al
¡Reino Unido, U.K.!
Borges planteaba la intranquilidad del lector cuando
constataba el Quijote dentro del Quijote,
o la del espectador que percibe Hamlet
dentro de Hamlet. Eran ardides astutos metaliterarios de Cervantes y de
Shakespeare apenas comparables con la tragedia a que puede llegar Europa fuera de Europa, a que conduce la crisis
axiológica de la depresión brexit.
La superación de la brecha de la mítica Mancha, que hizo a
nado el mierense José Vitos, fue básica en dos momentos clave de la segunda
guerra mundial, el embarque de Dunkerque y el desembarco de Normandía. Antes la
moral aliada fue asediada por la inteligencia nazi hasta extremos dramáticos. A
no olvidar el germanismo del Duque de Windsor, por ejemplo, o, en USA, del
héroe aeronáutico Lindberg. Churchill, De Gaulle y Roosevelt resultaron
providenciales. En su día mucho me interesó CONTRAPUNTO de Aldous Huxley
deteniéndose en la figura de Mosley, el fascista inglés, que brillaba sin rubor
en los salones de la nobleza londinense. Ahora el euroescepticismo, en su
bifronte cara derechista e izquierdista, da alas a los partidarios británicos
de la locura brexit que tenemos a la vuelta de la esquina no sé si
suficientemente conocida por la población.
Europa no debería entregarse. Barnier, el comisionado
europeo, mantiene el tipo dignamente. A no olvidar, en cualquier caso, que
Gibraltar es parte de España.
Tolerancia con todas las ideas, por supuesto, pero, por
favor, “la vaquina por lo que vale”, póngase el gobierno de Su Majestad
británica como se ponga, que, pese a sus constantes desplantes, es mucho lo
logrado en una economía sin fronteras y en una sociedad de leyes y derechos
humanos.
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