sábado, 29 de marzo de 2014

EOS/EO/OVE/OVIEDO


Matías, amigo de la infancia, hijo de Pedro Rodríguez Arango, cuyo compromiso liberal tanto me influyó a contracorriente de aquel rancio Oviedo/Vetusta, frontera de los cincuenta a los sesenta, me hace llegar la magnífica edición de Juan Pérez de Ayala de los viajes de su abuelo, Ramón.

Al escribir sobre la llegada a Génova, el autor de Tigre Juan introduce una más de sus derivas cultistas...mirando del lado por donde asoma Eos con sus dedos de rosa...

Eos, en efecto, está frente a la salida de su hermano el Sol cuya llegada anuncia.

¿Eos no tuvo nunca nada que ver con Eo en singular?

Hay muchas, incluso disparatadas, etimologías del Río/Ría pero no he visto ninguna con semejante relación.

Hace ya una década, el erudito y editor Gómez Tabanera, me envió dedicado su Foro, "En Torno al Milenario del Eo", y bien me hubiera gustado perorar con él sobre el mitológico Eos, que Ayala hizo algo genovés, de forma fugaz como todos los amaneceres.

El gran Tolivar Faes insinuaba que, para otros, Oviedo, provenía de la aldea Ove, que para el geógrafo José Antonio Rodríguez no apadrina mi ciudad sino al mismo río Eo.

Todas las mañanas agosteñas diviso Ove, desde mi ventana, a media altura del Eo, como suelo ver, en Oviedo, el Naranco y el Campo San Francisco, para rumiarlos juntos, en nutrición dosificada, para tirar el resto del año.

Kraft e Ilas/Reny Picot tuvieron una pequeña factoría debajo de Ove, cuya arqueología industrial visité alguna vez, pero ignoraba, entonces, la mínima relación con mi amada Vetusta, en fraseología epistolar ayalina. En cualquier caso, no son los restos industriosos los que veo ni retendré en mi magín sino la estrecha y alargada pequeña pradería de fuerte verde, cerco bosquejo y diminutas, a lo lejos, construcciones, en el centro, que imagino habitadas y que, al menos deshabitadas, bien distingo, pese a la miopía.

Casona describía algún personaje al que se le habían puesto los ojos azules de tanto mirar al mar; por mi parte he intentado mojar la vista en el tintero de un Prunus Pisardi que brota en el Campo San Francisco antes de las primaveras, en lo que fue Jardín botánico de la Universidad. Debido sin duda a mi miedo a contraer torticolis en el lado afecto a la paresia de mi cuerpo, o simplemente a la periódica indómita fugacidad del pariente ciruelo, no contemplo la maravilla de color con la debida calma que recomendaba el escritor cangués para lograr el resultado mágico de camaleonismo ocular. Tampoco Don Alejandro tenía azules de los que robar pigmentación en su Besullo y fue la nostalgia bonaerense la que mezcló los colores del Narcea con la mar Cantábrica. La pasión por el azul fauvista en la Asturias occidental se acuñó ya en el Chao de San Martín, habitado por un patricio romano que se lo hizo servir desde Afganistán, a través de Noega/Gijón.

Si la transformación ocular me viniera de Ove la explosión cromática sería mezclilla con el azul gris de la Ría y el azul, blanco y gris, del cielo. Para el poeta Cernuda el Eo era la Estigia, en el borde del Paraíso, que ahora se reconoce universalmente. Los dedos de Eos me vienen por detrás, encima del nordeste, y se hacen más perceptibles en los atardeceres, pues, desde el cambio climático, estamos en "el mundo al revés".

Es tan breve el verde intenso de Ove que es apenas sonrisa que podría engullir las fauces del bosque, de arriba y de abajo. El sol peina a mi vista, de refilón, la aldea y su manto cuando lo habitual sería un baño de lluvia terca, condición indispensable para que el lugar sea propicio a los personajes de Cunqueiro, de su misma provincia, nacido monte por medio.

Ese Don Álvaro Cunqueiro, testigo cualificado del paisanaje, dio cuenta de una casa en la que por el prohibitivo precio de cien pesetas, cama y tazón de desayuno, las preñadas podían pasar una noche circulando por la entrepierna un ojo de cristal alemán para dar criaturas de ojos violeta que es capricho más rebuscado que los azules de Casona y del Chao, o mis inalcanzables lilas franciscos o, aún, de los verdes de Ove, ya que no de Oviedo, que la ciudad solo ha heredado nombradía y nada de güeyos policromos. Que yo sepa...

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien, divertido.

Anónimo dijo...

Precioso texto. Mil gracias por compartirlo conmigo

Un fuertísimo abrazo

IE

Anónimo dijo...

Preciosa Sabatina, Antonio. Un lujo leerte. Muchas gracias.

F

Anónimo dijo...

Una sabatina preciosa, Antonio.

Un beso.

M

Anónimo dijo...

Muy ameno e ilustrativo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu escrito, muy oportuna la referencia a Alvaro Cunqueiro, nacido en Mondoñedo y del que me gusta su obra, en especial sus poemas.

Anónimo dijo...

Uno de tus mejores artículos.Paco

Anónimo dijo...

A ver si tienes tiempo y recojes los comentarios y los pones en conocimiento de los amigos..Un abrazo. Está muy bien. También me lo han comentado a mi por ejemplo Roberto C.

Anónimo dijo...

Me parece preciosa , poético y erudito.
Confío que al gran Matías le guste.JLL

Anónimo dijo...

A raíz de ese artículo me encuentro ,no sin cierta emoción,en mi propia biblioteca con "El País del futuro.Mis viajes a los Estados Unidos".Biblioteca Nueva Madrid.1959 dedicado Adon Valentín Masip con el mayor afecto porRamón Pérez de Ayala


A.Masip.creo que tengo otra dedicatoria manuscrita pero no está,como éste,a mano

Anónimo dijo...

Ya la delimitación medieval de Asturias era:"Asturias Inter duo flumina.Ove. Et Deva,de. Pirinei Montes usque in ora maris"("Asturias entre dos ríos,Eo y Deva,desde los montes Pirineos asta la orilla del mar)