Obiols, compañero de travesía parlamentaria, acaba de publicar sus memorias
políticas, lo que llama "El mínim que es pot dir", magnífica edición
de RBA.
Desde ha mucho que sé cómo Raimon se afanaba en la escritura de este libro
sistematizando recuerdos que le producían el dolor lacerante de la desaparición
de tantos amigos en el largo camino hacia la libertad. Porque Raimon es
demócrata y militante de siempre y puede decir, como el personaje
shakesperiano, "Las cosas que hemos visto".
Aquí, en mi Brubru, se le tiene por sabio de la política internacional que sin duda es por criterio ponderado, pleno de lo que Cándido Riesgo, santo
laico que tuve el honor de tratar a fondo, calificaría de Cultura y Humanismo
totales. Como es muy de gesto serio, no pierdo oportunidad de bromear con su
antigua profesión de geólogo. Así me ha dado por especular sobre una antigua
maquinita con la que salía a detectar piedras por el campo y que valdría para
esta otra naturaleza enrevesada de obstáculos que nos sale en la piel de
Europa. Sería como el mito legendario del andarín ilustrado que encontró la
filosofal mientras los demás seguimos buscando para la crisis de la economía y
la civilización.
Sin pedruscos, hemos contemplado esta semana los magníficos ciruelos y
magnolios que, flor de unos días y de la larga invernada, adornan la entrada
del Parlamento en Estrasburgo, tal como sucede chez Obiols, en la calle de su modesto apartamento bruselense.
Me gustaría que el libro se tradujera al español, pues, a diferencia del
más famoso aforismo dicho por un político que necesita alzas para seguir
fastidiando, no hablo catalán en la intimidad. Raimon tampoco; aunque pocos
habrá tan leales a Catalunya: Raimon y su mujer Mercedes se entienden entre sí
en castellano. Y es lógico que personalidad tan renacentista, intelectualmente
poliédrica y rica, vea con desdén a quiénes hacen del conflicto linguístico
arma arrojadiza a estallar en los rostros de España y Cataluña.
Si a Raimon le causa dolor rememorar compañeros idos, a mí me ha avivado la
nostalgia. Bien recuerdo a Joan Reventós, que tanto quería a Asturias y a esas
cuencas mineras que malamente superviven tantos zarpazos, y a un menos conocido
Alexander Cirici i Pellicer, cuyas ideas de arte y vanguardia me interesaron
mucho. Cirici, luego senador, tenía muy claro que el PSC, del que era él mismo
máximo exponente catalanista, carecía de sentido sin el PSOE, e incluso, me
decía una tarde en la soleada Pechérie del Argel de Camus, mirando a su
Mediterráneo, en el que reina siempre Barcelona, "hay que estar con todo
lo que significa Felipe González, pues de otra manera seríamos una elite al
margen de nuestro pueblo".
Joan Brossa, el gran poeta y artista, dijo, en su día, aquello de que entre
"Pujol y Obiols, no había color".Algo
parecido oí a José Agustín Goytisolo en la Encaramada de Valdediós, entonces de
Lola y Juan, hogaño de Silvia y Joaquín. Además de diferencias políticas, está
la proverbial opuesta concepción del gusto por el dinero.
Lo mínimo que puedo decir, es que confío mucho en Obiols, en su maravillosa memoria política, para la
reconstrucción del pensamiento socialdemócrata europeo, y aún más cerca, para
que en la próxima Constitución Española todo se redacte, en su día, con la
ponderación y galanura que en él es imagen de marca.
2 comentarios:
¡¡ASI SEA¡¡¡
Muchas gracias por tu artículo, Antonio. ¡Un gran abrazo! R
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