sábado, 5 de enero de 2013

Los Magos de Oriente


Del Colegio de los Dominicos, que todas las navidades evocamos los antiguos alumnos en la naranquina Casa Lobato, recuerdo bien la polémica defensa que llevamos una mañana, supongo que decembrina, José María Álvarez-Guisasola Cofiño y yo. Futuros abogados invocamos entonces la espiritualidad incontrovertible de los Reyes Magos, en los que creíamos a pies juntillas contra la mayoría de nuestros compañeros.

Es ésa una de las fabulaciones más hermosas, que prendió, unida al regalo, en millones de niños de nuestra civilización cristiana. Tal día como hoy nos traían, en sus exóticas monturas, presentes que benéficamente reparten de noche atendiendo a cartas, escritas o dictadas, en acicate maravilloso, por vez primera. Y si casi hemos terminado con el correo postal, también con la magia de destinatarios tan pegadizos a nuestros mejores recuerdos tal Melchor, Gaspar y Baltasar, - nombres, por cierto, que fueron de Jovellanos-, y Aliatar, su adelantado, con el que podías hablar por la radio en riguroso directo.

Ahora el Papa Ratzinger, que algo debe saber de sagradas escrituras, dice que los regios caravanistas, seguidores de una magna estrella, conjunción probable para el Pontífice de Júpiter, Saturno y Marte, que acaeció el año del nacimiento de Jesús, serían sabios de los tres continentes entonces conocidos, que se dirigían a un Belén, sin mula ni buey.

No sé.

Lo que más me inquieta, sin embargo, es que no se trataba de viajeros de Oriente, según la autoritas vaticana, sino, por el contrario, del hipotético extremo occidental, que era Tartessos, equivalente, kilómetro arriba o abajo, a las actuales Sevilla, Cádiz y Huelva.

¡Y el Ministro Wert todavía no ha impuesto credenciales de españolidad!

La noticia de Tarsis/Andalucía me ha rechinado, poniéndome en guardia frente al mundo del revés como hiciera Javier Mariscal en un famoso mapa que improvisó para el tristemente desaparecido La Voz de Asturias.

Hace unos días vi, en La Caleta, Cádiz, el sol acostándose a mitad de la concha de la playa. Siempre lo había contemplado, en Salinas, desapareciendo del lado de la Peñona, o, en tardes andarinas, por la Playa del Cuerno, también denominada del Diablo. Jamás por el centro que, en el Cantábrico, señala el Norte, donde nunca debió colocarse el astro rey.

Ya peroré (http://www.antoniomasip.net/2012/11/el-sol-descolocado-de-cadiz.html) sobre ese fenómeno de confundir, como la paloma de Alberti, los puntos cardinales, pero el Papa ha venido a descolocarme definitivamente. Los camellos y dromedarios del imaginado horizonte, entiendo se deslizarían por la arena ya no de derecha a izquierda sino de esta hacia la diestra, como la escritura que practicamos convencionalmente en estos pagos.

Esto debería ayudar a ver el mundo de otra manera, para comprender que no vivimos en el ombligo. El mundo es ancho y ajeno, como titulaba Ciro Alegría, en favor, sin embargo, de los indígenas andinos.

Aquel pleito escolar, lo perdimos José Mari y yo, a no dudar, por objeto imposible, pero quizá, sin un primer tropiezo público no hubiéramos abandonado el miedo escénico ni llegado a ejercer en el foro y quien sabe si el espíritu de lucha vital se forja en la rebeldía dialéctica pionera.

En cualquier caso, perspectivismo, espíritus o ficciones, me gustaría que los Reyes Magos no perdiesen la imagen de marca, y que nos llenaran de unas ilusiones que, depresión y desconfianza colectivas de la Europa de hogaño, bien precisamos.

"El poder mágico que consuela de la vida", Cernuda dixit.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien. Has despertado un recuerdo dormido de mi infancia, de una tarde en la que llamé a Radio Oviedo para hablar con Aliatar, ¡qué nervios! Y en el picu el Paisanu, ponían una estrella en los días previos a Reyes...

C.L.

Anónimo dijo...

Hace años publiqué un artículo sobre los Reyes Magos en El Basilisco.Feliz Navidad y un 2013 en el que por lo menos se hable menos de economía:será señal de que las cosas van mejor.JIGN

Anónimo dijo...

Muy bonito Antonio gracias
V

Anónimo dijo...

No he podido evitar una sonrisa al leer tu artículo. También a mí me tocó en su día librar esa misma batalla.

P.I.R