sábado, 12 de enero de 2013

Las cárceles y los exilios de Sánchez Albornoz



Conozco a Nicolás Sánchez Albornoz desde ha mucho. Su padre, Don Claudio, fue, y sigue siendo, venerado en Asturias. Don Juan Uría y Don Ramón Prieto Bances eran colaboradores suyos, ya en los años veinte; y siendo yo Presidente del IDEA, luego, ya sin mí, RIDEA, me encontré con la grata sorpresa de que Jesús Evaristo Casariego, tradicionalista o requeté, que se consideraba en el extremo del espectro político, siendo Director del Instituto, me manifestó cómo seguía de cerca admirativamente a Don Claudio, Presidente del Gobierno de la República en el exilio. A iniciativa suya, de Uría, de Tuero, de Magín Berenguer, de Tolívar, de Ruiz de la Peña y de otros admirados académicos se fijó el gran objetivo de difundir una nueva publicación que, en un solo volumen, recogiera una selección de los trabajos ya editados y agotados sobre el Reino de Asturias, Origen de España.

Estuve en la catedral de Ávila en las exequias de Don Claudio, entre Javier Solana y Pierre Vilar, el gran hispanista francés al que conocí venturosa y personalmente con ese motivo. Unos días antes habíamos aprobado, en Oviedo, el nombre de una calle para el gran investigador, y polemista, del origen de la nación española. Don Claudio, en sus últimos momentos de lucidez agradeció la sencilla distinción con un documento telegráfico, que nos emocionó a toda la Corporación ovetense.

Nicolás, su hijo varón, es también historiador, protagonista además de otra historia personal encomiable sobre la que ha tenido el acierto de dar imprescindible testimonio: la autobiografía "Cárceles y exilios", que terminé mientras finiquitaba  el informe que lleva mi nombre como ponente de la directiva europea "Condiciones de acogida para los asilados". Se aprobará definitivamente, con un voto global, esta próxima semana, tras largo y fatigoso itinerario parlamentario.

Hay pasajes de Nicolás que bien me sabía pues son leyenda en mi generación, así su fuga de Cuelgamuros/Valle de los Caídos. El gobierno Rajoy debería conocer bien estos capítulos sobre el más lacerante símbolo de la división española, en cuya superación tanto trabajó, de forma ejemplar, Ramón Jáuregui en su etapa ministerial.

Nicolás da a su obra una frescura estilística que lleva a leerle casi de un tirón; al menos en mi caso ha sido así.

Recuerdo haberme topado, en la Librería Británica, a orillas del Sena, frente a la Isla de la Cité, con una biografía algo errática de Norman Mailer, el gran literato americano, que aludía a cómo había cedido su coche para la famosa fuga que contó con la directa colaboración y presencia de su hermana Bárbara y de la también escritora Bárbara Probst Solomon.

Y de paso, ¿Cómo no recordar al entrañable Don José Maldonado, amigo y correligionario de Don Claudio, evocado en estas páginas de La Nueva España recientemente varias veces por el poeta Antón Rodríguez?

De aquella tuve la llamada indignada, casi incrédula, que Nicolás me hizo el día que supo que el Ayuntamiento de Oviedo había expulsado los restos de Maldonado del Cementerio del Salvador; hecho de imposible perdón que emocionaba dolorosamente aún al escritor Pepe Esteban en el homenaje que los diputados europeos y latinoamericanos tributamos a Riego, en Cádiz, hace una semanas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Deberîas aclarar dònde estàn los restos de Maldonado,en efecto expulsados de forma tan ignominiosa por el Alcalde Gabino