Cuánto me ha alegrado que la
gijonesa, pero internacional, Semana Negra, tan en globo el pasado año, no haya
desaparecido.
Un nuevo tanto de Taibo II y Cía
(Paraja, La
Calle, Fajardo…) fue la presencia estelar de la siempre grande
Ana María Matute, mujer que ha sufrido mucho frente al reaccionario machismo
acosador. Sentí, en su día, que su primer intento de acceso a la Academia fuera contra
Ángel González, con el que yo estaba más aún. El paso del tiempo la recuperó
luego para la noble casa del español. La novelista barcelonesa reitera que su
obra tiene poco que ver con el género negro al que, no obstante, considera. Y
entre las anécdotas que ilustran la muy buena entrevista de J. L. Argüelles, la
escritora se refiere a un muñeco que conserva sin ojos, que me conmueve
especialmente. Mi padre, por miedo a que sus hijos tragáramos los ojos nacarados
cosidos de los juguetes de trapo, los arrancaba haciéndolos desaparecer
preventivamente. Así llegué a creerme que la paternal mutilación de aquellas
representaciones lúdicas no era para evitar la invaginación, sino para resaltar
que, en efecto, por doblemente ciegas, debíamos cuidarlas con mayor atención y
piedad.
Nada que ver con la dura ceguera
generalizada que noveló Saramago, o aún con la de algún pasaje del torturado
Miguel Strogoff, personaje de la cuadra Verne, y menos con la antagonista de Sinfonía Pastoral, de
André Gide, en apariencia sencilla, que nunca comprendí del
todo.
En este mundo ciego, sin Reyes ni
juguetes tuertos, parece que, esta vez al menos, las decisiones últimas no nos
llevan a camino alguno. El trino superministro de la cosa económica,
transformado por revuelta fusión fría en Don Cristobita de Guindos y Margayo,
antes de meterse en supuestas adaptaciones europeístas convendría se hubiera
leído “Alicia en el País de las Maravillas”. Así cuando el gato, a la pregunta
de “¿Podría decirme el camino que debo tomar?”, contesta “Eso depende en gran
medida de dónde quieras llegar”, a lo que Alicia continuaba “No me preocupa
mucho dónde…” y el gato de Cheshire sentencia en plan Séneca: “Entonces, poco
importa el camino que tomes”.
Ana María ha fabulado
maravillosamente sin desconocer la deliciosa obrita filosófica de Lewis Carroll;
lo que pongo en duda, en este instante errático de nuestra España, víctima de
otro tipo más agresivo de negras semanas y viernes de dolores, es el plan de
ruta de recortes sobre ajustes anteriores. En cualquier caso, aborrecible que el
equipo de mando no cese de inmediato a la diputada palmera que grita soez y
sádicamente a quienes más sufren esta ausencia de
brújula.
Salpimentar de novela negra para
desenmascarar tanta intriga y desatino sueltos podría ser balsámico para, por lo
menos, atar cabos que enderecen la trama de semanas de negra…
agenda.
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