
Hace dos o tres años, quizá
recordéis, que Raimon me libró en el hotel Novotel de quedar con él encerrado
entre dos puertas automáticas. Pugnamos un buen rato sin lograr abrirlas hasta
que mi compañero sacó una maquinita con la que hizo unas mucamas de
funcionamiento, consiguiendo que las hojas de la puerta de atrás obedecieran.
Ya, con relajada satisfacción, interrogué a mi gran amigo sobre el artilugio
salvador. Por fin, y mucho porfiar de mi parte, me confesó que era una maquinita
algo mágica que ya empleaba en sus tiempos de geólogo en sus salidas al campo.
Me pareció normal, lo mismo que, creo, a Antolín, Cercas, Iratxe y Yañez, que en
el mismo hotel estuvieron enseguida al corriente.
Sin embargo, hete aquí, que hace
unos días visité la facultad de Geológicas de Oviedo, a saludar a amigos que no
veía ha mucho. Conté, divertido, la anécdota de las puertas desbloqueadas, pero
ninguno sabía nada de semejante máquina de utilización campestre. Es más, el
antiguo rector dijo que no había tal, con un razonamiento impecable: las
tecnologías van siempre a más, no a menos, por lo que lo que no existe hoy
tampoco pudo haberlo antes.
Me quedé de
piedra.
De vuelta a Brubru, sin atreverme a
pedir explicaciones a Raimon, incapaz él de mentir y de que yo lo ponga en duda,
consulté a Martí Grau, que es uno de los que más ha contribuido en estos pagos
comunitarios a la leyenda de sabio distraído que rodea al genio catalán. Martí
me puso las cosas en claro. Es una maquinita creada por el propio Obiols y este
no se atrevió a reconocer su exclusiva autoría para que no me chivase a la
barcelonesa calle Nicaragua, sede del PSC, de que ocupaba tiempo en inventos que
ahí pensaban había dejado abandonados y que trajeron siempre de cabeza a los
diversos equipos de campaña que encabezó desde hace ya cuarenta largos
años.
Hice luego una consulta fallida,
digo negativa, en Patentes y Marcas, tanto en España como en Munich y Alicante,
aprovechando mis contactos de ponente de la nueva oficina
europea.
La maquinita no está
registrada.
Sin embargo, esté o no cubierta por
la garantía y el PSC tenga sus reticencias, creo que el invento debería
protegerse. Me falta documentación para instalar y naturalmente no pienso
sustraer el invento a su meritorio y discreto autor. Me he limitado a
preservarle el nombre de “Obiolina” para el día que Raimon, o sus herederos, lo
quieran utilizar.
“Obiolina” es, a mi juicio, lo más
cercano a “Pascalina”, el artilugio de cálculo que parió Blaise Pascal de tantas
similitudes con nuestro Raimon, el autoritas filosófica en la ciencia y en las
soledades literarias.
1 comentario:
Muy interesante.Benjamìn
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