Me acabo de enterar de lo que pagan algunos mandatarios por noche de
hotel en Brubru. Silvio Berlusconi, ya con un pie en el estribo, abona
la respetable suma de 4.500 euros en una suite del hotel Conrad.
También me dicen que en otro tiempo, cuando Italia se hacía
representar por un no menos mafiosillo Julio Andreotti, los jefes de
Estado y de Gobierno, la señora Thatcher incluida, se acercaban con sumo
respeto a su asiento a saludarle; ahora solo ríen, o sonríen,
significada y despectivamente, «las cosas de Silvio».
Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se alojan en el hotel Amigo;
ella en la cuarta planta y el francés en la tercera. Ambos tienen el
precio de 891 euros.
Desde luego, nada que ver con mi modesta, pero confortable y
práctica, habitación de 71 euros. Es muy buen precio, que no me hacen en
Estrasburgo, donde que te respeten la reserva durante las llamadas
«semanas de Parlamento» es un problema logístico por el que la tarifa se
resiente mucho. No doy el nombre de mi hotel español pues su amable
dirección se siente afectada por la publicidad negativa que en varios
medios europeos le supuso el atraco a mano armada sufrido hace varias
semanas. Tampoco me interesa que a los estados mayores de los
mandatarios les dé un furor de recortes y quieran competir con mi
presupuesto diario bruselense y me dejen sin alojamiento o lo suban por
las nubes. En cualquier caso, los ministros españoles solían parar en el
Crowne Plaza, al ladito del Parlamento, que tiene una tarifa en
internet de 250 euros.
Desde mi ictus, ya no paseo alrededor de mi hotel, en cuyas
inmediaciones descubrí la presencia infantil del escritor Julio
Cortázar, al que nacieron en Brubru; del arquitecto Orta, autor del
estilo característico de una época de la ciudad, y donde habitan mis
sobrinos segundos Hubert y Carlota, nieta de la pintora Lelé Hidalgo, y
sus hijos.
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