miércoles, 9 de diciembre de 2009

Alfredo Mendizábal



Etelvino González es un asturiano hiperactivo que me encuentro en los lugares más exquisitos: librerías de lance, su ría de Villaviciosa, el gregoriano de Las Pelayas, o preparando los grabados de Quintanilla para la Fundación Barreiro…

He de confesar que hace unos meses nada sabía de Alfredo Mendizábal, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Oviedo en el momento de la guerra civil, desposeído de la cátedra por los dos bandos contendientes, que hizo un ejemplar y utópico esfuerzo por la Paz. A Etelvino, primero en el Congreso bienal de la Fundación Unamuno, en Salamanca, el pasado septiembre, y luego en las jornadas sobre el 34 de la Fundación “Emilio Barbón”, en Pola de Laviana, debo las primeras pistas. Aparecen ahora en el RIDEA las memorias póstumas, “Pretérito Imperfecto”, editadas por Benjamín Rivaya, Rafael Sempau y el propio Etelvino. Es libro imprescindible. La historia asturiana, y aún española, de la República y la guerra, que tanta literatura inspiraron, estaba huérfana de una visión testimonial equidistante del maniqueísmo imperante. En La Nueva España se han reproducido párrafos espeluznantes de la experiencia vivida por Mendizábal, durante la revolución asturiana, en el Hotel Inglés, situado en el lugar de la actual Casa del Termómetro de la calle Fruela. Solo por eso estas memorias ya tendrían un valor excepcional pero son mucho más.

Mendizábal fue demócrata cristiano consecuente, de grandes contactos internacionales, enfrentado por convicciones profundas al fascismo y al comunismo. Conservador sincero, es muy crítico con la izquierda; deja, no obstante, pinceladas entrañables de los socialistas Teodomiro Menéndez, mal conocido incluso en su antiguo partido, al que pusimos el nombre de una calle, el gran escritor Max Aub y el pensador Fernando de los Ríos, y de republicanos como Alcalá Zamora y Leopoldo Alas Argüelles, su rector y compañero de claustro. Las venturas y desventuras de Mendizábal en la política española y europea y en el exilio resultan apasionantes a medida que el lector se acerca al autor. Su lealtad con los hechos deja al descubierto muchas carencias humanas y políticas del sector, al que Mendizábal se adscribe expresamente aunque siempre contrario a las dictaduras de Franco y de Primo de Rivera.

En su estudio preliminar, Rivaya centra bien al personaje, pero yo reprocharía a los editores y al RIDEA que no intentaran una aportación más completa con precisiones aclaratorias a pie de página.

El pensamiento democristiano se diluyó en Asturias. Leyendo a Mendizábal, sin embargo, reviví muchas conversaciones, que tuve en los sesenta, con Vega Escandón, Alfredo Prieto, Fernando Junceda, Luis Morilla, Ramón Carrera, Emma y Joaquín Medrano, Sergio Requejo, Don Domingo Benavides… Estos amigos, vistos desde ahora, tenían indudables afinidades con aquel Mendizábal sin que quizá lo supieran pues, en España, las posiciones se rompieron en mil pedazos y los legados políticos apenas se traspasaron y enriquecieron con normalidad. Enhorabuena a Etelvino, a la familia Mendizábal y a los demás.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Las escasas visiones imparciales (por decirlo del algún modo), equidistantes o simplemente diferentes de las tendencias mayoritariamente aceptadas, siempre son bienvenidas. Por tanto, sin olvidar que es el observador (lector en este caso) quien hará la última valoración, parece conveniente acercarse a este personaje para conocer su historia. Gracias por compartir el descubrimiento. Un abrazu.

Anónimo dijo...

¿quién eres?

Anónimo dijo...

Aunque siempre que los veo, leo tus artículos, este sobre mi tocayo Medizábal me pasó desapercibido. Procuraré hacerme con el libro “Pretérito imperfecto”. Tengo mi opinión sobre por qué el pensamiento democristiano no cuajó en España, a diferencia de Europa. La falta del pluralismo religioso que impidió la Contrarreforma puede estar en el origen de ello. Hablaremos...



Un fuerte abrazo y gracias.



A. Prieto Valiente