
Hace tiempo llegué a dudar de que el automovilismo, en ocasiones más máquina que hombre, fuera un deporte. Sin embargo, la aparición de Fernando Alonso con su espíritu de sacrificio, temple de acero, genialidad inigualable, competitividad y juventud me aclaró las cosas a favor de Coubertin y los suyos. Por si hubiera todavía duda, el siniestro mundillo de los poderosos, las zancadillas y los arbitrajes caseros puso al descubierto la otra cara, al parecer consustancial al fenómeno deportivo moderno.
En cualquier caso, es la misma historia, ya recogida en la Biblia, del héroe contra el gigante monstruoso.
3 comentarios:
soy alonsista hasta el paroxismo, me pone su voluntad y el genio que le ronda.
Si fuera inglés sería un mito...
le envio el vinculo http://es.youtube.com/watch?v=41WT2aMYSig
de un curioso concurso http://www.thebigpresident.com
que creo dignificará y acercará la política al ciudadano.
un saludo.
alonso debe mantener su postura y mejorar su carácter sociable
el pulso ha de ganarlo pero aprender a ser más simpático
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